03 mayo 2009

Esquirlas de aire. Capítulo Tres

He destruido el mundo.
Fue lo que dijo.
Y ladeando la cabeza, sonrió.
Y la sonrisa le pareció a la chica tan terriblemente familiar que le resultó espantoso, ahí quiso desvanecerse por momentos, que su cuerpo se licuara hasta que las cuerdas que la ataban cayeran al suelo, deseó infectar su memoria para no recordar ni un retazo más del pasado más inexplicable.

Las palmas le sangraron tanto que el baile de figuras no era lo único asombroso.
Sus manos contenían cicatrices.
Cicatrices.
Sus manos.
Tenían.


Pier contaba con cinco años de edad cuando ya supo su destino. Cinco y tomó consciencia del enorme peso que debía portar sobre sus hombros. Cinco cuando la responsabilidad lo atenazó para siempre. Cinco años. Y un día fue empujado durante el recreo y las palmas de sus manos aterrizaron sobre la tierra. Allí sangraron y lo contempló todo con claridad. Lo hizo enloquecer y se revolcó sobre el suelo hasta que lo alzaron en brazos y utilizó las uñas para fajarse y de ahí al carrusel de psiquiatras, todos ellos mal informados, una teoría más, otra píldora. Mamá, estoy sangrando, pero su madre no lo veía, tres veces al día, cuatro dosis. Su padre lo contemplaba de lejos y enterraba el rostro en cualquier agujero, avergonzado, papá, me resbala la sangre por los brazos, no lo hace, no lo hace, un centro, una habitación tapiada, lo que fuera para esconderse del escarnio, olvidar el tremendo error, un trago más no me hará daño, otra pastilla, cada seis horas.

Y volvía a amanecer.

Su vida roja formaba figuras y escribía palabras que sólo él entendía. Allí se dibujaban montañas, extendían valles, nacían ríos.

Despertó y lo hizo liberada, sus tobillos y muñecas habían sido desatados, pero su cautivador permanecía con ella, sentado en el suelo, en una esquina. Lloraba.
-Todo ha salido mal-dijo.-He salido fuera y no hay absolutamente nada, el vacío, el fracaso.
La chica, ajena, buscaba con la mirada alguna vía de escape.
-Pero no la hay. No tienes donde ir.
El hombre se levantó y caminó hacia ella.
-¿Por qué no me das las gracias? ¿O preferías estar muerta como todos los demás, Silvia?

12 comentarios:

Oscar Olivares Lucio dijo...

Bien, después de los viruses informáticos, el trabajo y otros quehaceres, por fin publico el capítulo tres. Que sea de su gusto.

PENELOPE dijo...

aún no me hago a la idea de lo que ha pasado...sólo se que da escalofríos leer tus descripciones, se puede sentir el miedo de Silvia

Oscar Olivares Lucio dijo...

Gracias Pe, poco a poco se irán desvelando los secretos.

rafamapa dijo...

La tensión crece
cuando te acercas,
el final anticipado
será tan triste,
como parecen indicar las sospechas?
Poco a poco, línea a línea
el enigma se deshace,
pero la curiosidad aumenta...

Siga sí, Sr. maldito, tiene Vd. un talento especial para este tipo de relatos, con los que disfruto de verdad.

duquesa dijo...

¿Silvia?
La frase que acaba en su nombre es muy personal.

Debe ser terrible conocer tu destino desde los 5 años. Aunque también te da ventaja para cambiarlo.

Oscar Olivares Lucio dijo...

Ahí está la clave de este tercer capítulo, Duquesa, en el nombre.

Gracias Rafa, de verdad, y a todos. Un abrazo.

Força centrípeta dijo...

Me ha gustado lo de cautivador.

¿Se la va a follar o no?

Por cierto, ¿tienes relatos viejos por ahí? Seguro que sí. ¿Los publicarías aquí o sólo planeas poner escritos recientes? A mí me gustaría leer al Maldito pre-blog.

DavidG dijo...

toy con Pe pero seré más bruto, estoy más perdido que un pulpo en un garage

eso si q bien escribes cabrón

Malditofuego dijo...

Força, tengo viejos, sí, e irán apareciendo poco a poco.

Malditofuego dijo...

Y sí, lo de cautivador tiene doble lectura, una pista para el futuro...

Malditofuego dijo...

David, tu también escribes de forma cojonuda.

Anónimo dijo...

Nos tienes enganchados al relato.
Más. Queremos más.

Morgana

 

Mi carne en este Maldito Fuego © 2010