19 abril 2010

Cenizas





Está en tus poros, está en la sangre, en tus palabras, hasta donde me llega la mirada, por todas partes, cae la ceniza. Traidora, sin dar un halo de esperanza, un resquicio a la vida, se acumula en la espesura, ennegrece las palabras, ordena el silencio.
Cae la ceniza.
Que nos envuelve.

1.
Ya todo estaba más calmado, pero la palabra exacta era resignación. Pocas horas antes reinaba la histeria y el llanto, los rezos y la incredulidad, pero el agotamiento y la certeza de lo que llegaba pesó como una losa y ahora sólo cabía esperar.
Ninguno de los pasajeros se percató antes de tan sutil que fue la llegada de la amenaza, unas pocas esquirlas negras hasta la inmensidad de la nube, la zozobra sólo llegó pocos minutos después del retraso del aterrizaje, las luces para reclamar la presencia de los asistentes de vuelo se encendían por doquier. ¿Que ocurría que afuera, en las ventanillas, todo era negro? Inútil llamada a la calma y yo consigo comunicarme con mi mujer a través del móvil.
"Todo es ceniza." Me dice. "No cesa de caer, imposibilita las salidas, dificulta la respiración, entra a través de los resquicios de las ventanas, de las puertas, se cuela en los oídos, la nariz, los ojos. Es la noche en el día."La ceniza.
Que interfería la señal también. Ruido estático, los copos se entrometen entre los dos.
"Te quiero." Alcanzo a oír. Y me niego a contestar. Suena a despedida definitiva y me rebelo para que no sea así. Ella sigue hablando. "¿Por qué no estas a mi lado? ¿A mi lado para morir?"Quiero decírselo todo, pero ya no hay señal.
El piloto nos habla. Algo ha ocurrido, dice. Su voz entrecortada, había estado llorando antes. No hay comunicación con ningún aeropuerto, no hay respuesta de ninguna autoridad y la nube de ceniza parece no tener fin. Sólo quedaba volar hasta agotar el combustible. Y después.
Caer.
Vete tú a saber dónde.

2.
Envidio a los dos amantes sentados delante de mí, abrazados secándose las lágrimas el uno al otro. Al padre, a la madre y al hijo tres filas más atrás jugando con el niño para que se evadiera de la locura, a veces se miran entre los dos adultos por encima de la cabeza de la criatura, la mujer se muerde los labios mientras se le humedecen los ojos y el marido le acaricia el cabello antes de preguntar al hijo a qué quiere jugar ahora. Envidio a la ceniza, libre y poderosa, dueña del destino y dichosa de su fuerza, yo ahora sólo soy un despojo que se abrocha el cinturón. La persona que se sienta a mi lado extiende la mano y me lo desabrocha. "Asegúrate de que mueres lo más rápido posible." Me dice. Lo miro con rostro desencajado.
Se mete en tus ojos y en tus oídos, en tu boca, en los poros de tu piel y se introduce en tus venas.
"Y ella... ¿habrá muerto ya?" Le pregunto. Y su piel es gris porque los motores dejaron de sonar.
La puerta de la cabina de los pilotos se abre y sale uno de ellos para abrazarse con la chica que se sentaba frente a ellos. No sé si es ella la que grita primero, pero es ensordecedor. O es la pareja con su hijo o soy yo mismo que no puedo parar de hacerlo hasta que se me desgarre la garganta.
Miro hacia la ventanilla, la ceniza, triunfante, vuela rauda en el exterior.
Nosotros caemos.
 

Mi carne en este Maldito Fuego © 2010